jueves, 11 de enero de 2018

El odio como política de estado o como confesión de impotencia

Una conversación con Martín Piqué en el aire de la ciudad ardida


Ilustración: Carmen Cuervo



Anoche pasé por el programa "Vayan a laburar" que conduce Martín Piqué todas las noches de semana en AM 750. El tema central se refiere, si bien se mira, no a los efectos estructurales que el macrismo pretende instaurar para liquidar el estado de bienestar que el peronismo construyó a mediados del siglo pasado y el kirchnerismo actualizó en la primera década del nuevo siglo, sino a cierto fenómeno concomitante: los desbordes de odio sociopático promovidos por los personajes más bizarros del oficialismo, como Claudio Bonadío, Fernando Iglesias, Federico Andahazi o Eduardo Feinman, cuando salieron a celebrar desde las redes sociales el padecimiento deliberado al que fue sometido el ex canciller kirchnerista Héctor Timerman, cuando se le dificultó proseguir su tratamiento contra una enfermedad cruenta que  sobrelleva. Al dolor de la enfermedad se le sumó un encarcelamiento político lesivo y un escarnio público cuyos detalles nos vamos a ahorrar, por no ensuciar este espacio con sus miserias. ¿Las bajezas que estos personajes promovieron son desbordes de crueldad involuntarios, que al cabo se les van a volver en contra por su desprecio a la humanidad? ¿o forman parte de las tácticas promovidas desde la ingeniería social de Durán Barba y la brigada de trolls de Jefatura de Gabinete? Si algo maneja con obsesividad este régimen es una política comunicacional que electoralmente le puede dar más frutos que la política económica, cuyo objetivo final le impide dar buenas noticias hasta a sus votantes más crédulos.

Como el macrismo no puede promover ningún tipo de bienestar, ¿está fomentando el más bajo resentimiento que el tardocapitalismo produce inevitablemente? ¿Esta exaltación de las pasiones más bajas y reactivas, el envilecimiento de los lazos sociales es una política de estado o una confesión de que no saben ni pueden hacer una política mínimamente reparadora? ¿Les resulta inevitable que la transferencia de riquezas en perjuicio de los sectores más vulnerables -entre ellos muchos de los que lo votaron esperando un "cambio" en busca de la alegría y la unión de los argentinos- tenga que llevarlos a promover un aquelarre de odio, de inhumanidad y desprecio por la vida que empalidecería las páginas más reaccionarias de Nietzsche? En todo caso, estos arranques de odio remiten a otros momentos oscuros de la historia nacional y desmienten la presunta modernidad de esta derecha gobernante (ver El niño proletario acá)



¿Buscan deliberadamente el odio social, ya que no pudieron producir una crisis de gobernabilidad en ningún tramo del gobierno kirchnerista que luego justificara un ajuste económico bestial? ¿O es que la inoculación del odio sistemático expresa la ausencia de una perspectiva de futuro aliviadora? Porque hasta los más incautos empiezan a sospechar que el alivio social no llegará.

En su libro El arte de ganar Durán Barba, ingeniero cultural de Cambiemos escribe:

“El electorado está compuesto por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente. Las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno… Es clave estudiar al votante común, poco informado, ese que dice 'no me interesa la política?… El papel de los medios es fundamental, no hay que educar a la gente. El reality show venció a la realidad”.

Hay aquí una fórmula para ganar elecciones que se puso en práctica no solo en Argentina: en el fondo, se trata de una simplificación de la doctrina nazi y de todos los cualunquismos de postguerra, que apuesta al resentimiento como el principal lazo social. Pero, esto que puede servirle para ganar algunas elecciones, ¿puede ser igualmente eficaz para consolidar un proyecto político duradero? ¿Se puede fundar una "derecha moderna y democrática" a partir de tal fórmula o su máxima aspiración es promover una guerra civil en la que, comúnmente, los ricos salen siempre ganando?

No es que en el programa de anoche con Piqué hayamos encontrado la respuesta a estas preguntas. Pero conversamos sobre estas posibilidades. ¿Y mientras tanto? ¿Nosotros debemos convertirnos en su simétrico opuesto y dejarnos ganar por un odio de signo contrario? ¿o tenemos que nutrirnos de las mejores obras de la creatividad, la confianza, la inteligencia, la belleza y el altruísmo humanos?

¿Hay que rebajarse a la altura de esta ciénaga o hay que elevarse hacia nuestras posibilidades más bienhechoras? Por eso también conversamos de nuestro amor por la radio, por la música, por el pensamiento. Un poco de belleza también en medio de la noche tórrida de esta ciudad portuaria, odiosa y frustrada. En el programa también hablamos de temas más gratos y amables y escuchamos hermosas canciones recientes de Simón Poxyrán, Robert Plant y Lorde.



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