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miércoles, 1 de marzo de 2017

Hombre que caes

Sed de mal (Orson Welles, 1958/1998)


“Empecé en la cumbre y desde entonces no he hecho más que caer” (Orson Welles)

A touch of evil es el título original de esta película de Orson Welles de 1958 que veremos este sábado en el 9 encuentro de "Los cines posibles", con posterior debate. La veremos en la versión restaurada en 1998 por Walter Murch según las indicaciones que el propio Welles dejó escritas en disidencia con la que la Universal la estrenó en 1958.

Welles es el genio excesivo del cine, al que se aplica perfectamente el tan temido síndrome de hybris. De esa genialidad desmesurada se dio cuenta Borges cuando vio tempranamente Citizen Kane. "No es inteligente- dijo Borges-, es genial: en el sentido más nocturno y más alemán de esta mala palabra". La sorprendente crítica de Borges sobre Citizen Kane tiene momentos gloriosos y algunos notables pifies: "Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como 'perduran' ciertos films de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a rever". La historia posterior de Citizen Kane ha desmentido sin piedad la predicción de que nadie se resignaría a reverla; al contrario, Citizen Kane no solo perduró, sino que es una de las películas mas revueltas a ver de la historia del cine.

Pero la omnipresencia de Citizen Kane va en desmedro de la filmografía posterior de Welles. Porque hay al menos dos películas de Orson superiores a Citizen Kane: La dama de Shangai y Sed de mal. Hagamos la salvedad de que Welles no tuvo en ninguna de ambas el corte final, precisamente porque su pulsión excesiva desbordaba los estrechos marcos del cine de los estudios de la época clásica. El productor Harry Cohn, capo de Columbia Pictures dijo de Orson: "Nadie debe ser al mismo tiempo director y productor de una película, además de actuar en uno de sus papeles principales. Si le firmo a alguien un contrato así ¿de qué me sirve tener mi propio estudio? Daría lo mismo que fuera el conserje”. Y pensando de este modo deplorable se dedicó a mutilar el corte del director de La dama de Shangai.

Una injusticia similar o peor sufrió Sed de mal. Cuenta una de las leyendas que Universal International Studios quería hacer un policial negro protagonizado por Charlton Heston. Orson fichaba como actor secundario, pero Heston, al enterarse de su participación habría pedido que el propio Orson la dirigiera. Otra versión dice que Welles, después de años de deambular por Europa con varios films inconclusos, se propuso volver a Hollywood haciendo una película de encargo. Y quiso probarles a los productores (o probarse a sí mismo) que podría hacer de un mal argumento una gran película. Entonces se hizo cargo de adaptar Badge of evil, una novelita de un tal Whit Masterson. Charlton Heston haciendo de mexicano en el protagónico y Janet Leigh como su pareja (unos años antes de que Hitchcock la tomara para Psicosis). Welles como el villano y, en roles secundarios, ¡Zsa Zsa Gabor y Marlene Dietrich!


Orson Welles demostró con Sed de mal su autoconfianza como realizador genial de un guión cualquiera de un modo tan desmesurado y... welllesiano, que los productores al ver el primer corte del director se horrorizaron, impidieron a Orson volver a ingresar a la sala de montaje, la cortajearon toda y la estrenaron como clase B, es decir, como complemento de un film más "importante" (y hoy olvidado).

Cuando Welles vio la versión de los productores (antes de que se estrenara) se sintió desolado y escribió un memo de 58 páginas, indicando qué cambios pretendía hacerle a la versión deĺ estudio, pero Universal desatendió el reclamo y estrenó una versión de 93 minutos. En 1998, cuarenta años después de su estreno, muerto ya Welles, Universal volvió sobre sus pasos. El editor Walter Murch (montajista y editor de sonido en películas como El Padrino, La conversación y Apocalipse now) se basó en el memo que Orson había escrito infructuosamente e hizo una versión tan aproximada a la del director como fuera posible y dio a conocer esa versión definitiva que aquí en Buenos Aires se proyectó en una de las primeras ediciones del BAFICI.


Sed de mal es un prodigio cinematográfico. Un ciclo como "Los cines posibles" no puede prescindir de una película así. La mejor de Welles, ergo: una de las mejores de la historia del cine. Su look "clase B" desorienta a quienes creen que lo decisivo del cine es el tema tratado. Como si unos cipreses pintados por Van Gogh o unas peras pintadas por Cezanne pudieran ser consideradas obras menores en referencia al insignificante objeto retratado.

Sed de mal es un film de frontera: transcurre en la frontera caliente entre México y EEUU, en el punto equívoco donde la legalidad se derrite y esparce. El detestable policía corrupto encarnado por Orson Welles alcanza ribetes trágicos. Detrás de la apariencia de policial negro, Sed de mal asume la cuestión de la caída, del hombre que cae y busca levantarse. Lo pone en escena en téminos específicamente cinematográficos. ¿Qué significa caer? ¿Cuán bajo se puede caer? ¿Cómo es posible que un caído se levante? ¿Cómo se filma a un hombre caído? Con todas las resonancias éticas, metafísicas y religiosas que se le quieran adosar, esa es la escena a la que Welles vuelve una y otra vez desde Citizen Kane. Lo hace poniendo en marcha un cine fastuoso y alucinante. "Algo demasiado extraño y oscuro", como se excusaron los productores de la Universal para rechazar la versión de la película que será la que finalmente veamos este sábado.

Cuando le preguntaron por la influencia de Orson Welles, Jean-Luc Godard contestó: "Todos le deberemos siempre todo".

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