todos estamos igual

jueves, 21 de enero de 2016

Y un día la cana te volvió a requisar en el colectivo

Emergencia de Seguridad Pública


Hay una responsabilidad colectiva por la degradación de la vida que el gobierno macrista va acentuando cada día. Es una responsabilidad transversal que se agrava cuando el sujeto dispone de información y del tiempo vacante para conseguirla. Un gobierno como el que la sociedad argentina decidió darse en noviembre pasado no encarna simplemente un "giro al centro", una supresión del "relato K", mientras la estructura socioeconómica del país sigue más o menos igual. El descenso cotidiano se siente más rápido cuanto menos guita tengas o cuanto más te involucres en el problema. Los métodos de evasión son costosos en billetes y en economía psíquica.

"Te vamos a dejar todo lo que tenés y te vamos a dar más, yo quiero que vos seas feliz" decía Macri con tono evangélico en el tramo verbal de su campaña, cuando había que decir al menos algo. Antes de eso, en la fase icónica, su proselitismo no decía nada, te mostraban al candidato mirando a los ojos de los ancianos de piel agrietada, tomando mate con un morocho o acariciando a unas nenas pobres.

En el sector menos politizado de la población, el que se gana lo que va a comer con 14 horas de trabajo, se trataba de penetrar con un mensaje consolador, prometiendo "un cambio", apostando al malestar en la cultura que nunca falla, o suponiendo la falta de registro del país "normal" al que se proponía volver, carencia atribuible al simple hecho de haber nacido después de que todo eso pasó.

En la pequeño-burguesía ilustrada, peor aún, en aquella que guarda cierta formación emancipatoria por haber ido a los colegios correctos, en los que aprendió qué fue la dictadura, qué sangre costó, cómo fue la sujeción al poder financiero trasnacional para la historia argentina, con cuántos muertos terminó aquello, en ese sector de las clases medias no existe la posibilidad de alegar inocencia en el momento de haber adoptado el gesto descontraído de leer los fenómenos de la lucha de clases como lo haría un comentador sarcástico y equidistante. 

No hay equidistancia. 

Hay una corrosión de la comunidad que el comentador irónico consintió al alzarse de hombros y no vivir la disputa política como una tragedia que atraviesa su vida, sino como una ocasión para mostrarse ingenioso en un tuit o para escribir por encargo una columna en un portal de la derecha que lo dejara bien parado con sus amigos y con unos honorarios razonables. He visto a las mejores mentes de mi generación (es un decir) departir jocosamente con el Coronel Gonorrea. Ahí el crimen político cuyos frutos estamos empezando a percibir configura la abyección del cómplice.

Todos los días te despertás con una noticia nueva en la que te avisan que vivís en una comunidad peor que ayer, que las posibilidades se angostan. Primero devalúan y aumenta la leche, después echan a un locutor, al día siguiente echan a un empleado público, esa misma tarde te avisan que por un tiempo no te van decir a cuánto asciende la inflación, al otro día amenazan a un obrero que no pida aumento porque puede perder el trabajo, un día después en una provincia de esas que quedan lejos de acá un gobernador pone a sus amigos en la Corte provincial y acto seguido encarcelan a una dirigente de una organización social, mientras en la tele debaten a los gritos si es correcto decir que todos los cabezas son sucios y vagos. 

Y así en dos meses vivís en medio de una mierda de la que no te hacés cargo. 

Más adelante, dentro de unos años nadie se va a acordar de que te alzaste de hombros cuando todo empezó a suceder y vos sabías para qué lado iba la cosa.

El que trabaja 14 horas se da cuenta al toque de que la comida está más cara y que tiene que trabajar más (mientras tenga trabajo) o comer menos. Sus hijos registran esa mengua en el estómago pero todavía no en la conciencia. Reconstruir la cadena de causas que lo empujan a estar peor, a comer peor y a ser temido por el pequeño-burgués que se lo cruza en una esquina es algo que lleva una cantidad de años.

El pequeñoburgués que tiene miedo que el negrito lo asalte pero desarrolló una insensibilidad para dejarse forrear por el que tiene más guita todavía puede comer casi lo mismo, está de vacaciones y se densenganchó unas semanas del estrés del país "sobrepolitizado": recortará algún consumo si es necesario. Uno y otro a partir de hoy pueden ser requisados por las fuerzas de seguridad. La tendencia a la austeridad no viene sola: también te meten el dedo en el orto para ver qué llevás ahí adentro, te hacen abrir el facebook para ver qué posteás, te piden documentos porque pasaste a ser sospechoso de narco, de militante, de ñoqui o de terrorista.

Bienvenidos al país normal. Vos lo hiciste posible, te daba lo mismo, no habías nacido, estabas cansado de discutir o de pensar cómo se defienden las conquistas sociales y de quién tenés que cuidarte. Si estás de este lado de la línea, vas a pedir que la policía te proteja del negro que acecha. Si quedaste del otro, el negro sos vos.

Si fuiste lo suficientemente sarcástico, eso se te impregnó en el alma y vas a tener que ir borroneando tu conciencia para volverte cada vez más jodido. Si tenés talento literario, capaz te encargan una columna de opinión en Ñ o en La Nación

El decreto del Poder Ejecutivo que estableció la Emergencia de Seguridad Pública ayer deja abierta la posibilidad de que las fuerzas de seguridad puedan revisar cualquier equipaje o bulto que lleve una persona en todo tipo de transporte comercial. La medida se podrá aplicar en los micros o trenes de corta y media distancia. La requisa incluye la identificación de su propietario, poseedor, tenedor o despachante, según se especifica.

3 comentarios:

Unknown dijo...

GENIALLLLLLL !

Unknown dijo...

siempre tiene que haber un pelotudo... anesteciado pobresito omar.

Unknown dijo...

X q ofendes fer?;esta bien q cada cual exprece su pensamiento,podes estar d acuerdo o no pero no insultes.Quien NADA DEVE NADA TEME.