todos estamos igual

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Lo reprimido vuelve

Vals con Bashir



por Oscar Cuervo

No se trata simplemente de recordar lo que ya se sabía: eso sería relativamente fácil; y es esa la facilidad en la que caen los que hacen de la memoria un slogan proselitista: "No olvidar, recordar", como si uno debiera quedar obsesivamente adherido a un pasado que no nos permite vivir el presente o, lo que es peor, olvidar que tenemos un futuro.

El problema más arduo consiste en recordar lo que no se ha podido saber en su momento, eso que estaba ahí pero nunca fuimos capaces de ver. La memoria entonces es una tierra incógnita y aventurarse a constituir el recuerdo (no meramente a recuperarlo) no es un imperativo moral, sino una necesidad vital: hay que hacerse de un sentido que falta, hay que producirlo en el presente, sentir el sentido por primera vez; puesto que estaba ahí en nuestro cuerpo como huella, pero no se le había permitido hablar.


Vals con Bashir, la estupenda película de Ari Folman, trata acerca de la memoria como un tapiz que se teje con dificultad. Empieza con una jauría de perros furiosos que avanzan por entre las ruinas de una ciudad destruida. Paisaje fantasmal, pesadilla recurrente, horror que insiste cada noche en el sueño de un ex-combatiente israelí que participó en la masacre de palestinos que vivían refugiados en los campos de Sabra y Chatila, en el Líbano. La masacre fue llevada a cabo por las falanges cristianas, con el apoyo logístico de los israelíes. El que cada noche sueña con la jauría era, en aquellos años, un joven encargado de liquidar a los perros cuyos ladridos delataban la presencia de la fuerza israelí. Lo reprimido vuelve.


Folman participó de esa masacre, forma parte de aquellos chicos de la guerra que experimentaban los bombardeos al Líbano como una experiencia psicodélica, potenciada por la música de rock que escuchaban en los tanques. La forma que el cineasta adulto encuentra para filmar la dificultad de recordar aquello y la imposibilidad de olvidarlo es notablemente original: un documental animado, de potencia alucinatoria. Porque la verdad del cuerpo se abre paso, dificultosamente, también a través de la alucinación.


El interés extraordinario de la película consiste en la experiencia gozosa de su visión y lo inevitable que es discutir políticamente sus tesis. Desde lo más íntimo (los sueños) hasta lo más público (la historia), Vals con Bashir es otra forma más de continuar un debate cuyo significado excede el conflicto palestino israelí.

3 comentarios:

mirtha lucía dijo...

Hola

mirtha lucía dijo...

de nuevo hola. ME CUESTA HACER ESTO. OSCAR CUERVO: siempre me congratulo de entrar a tu blog. Y en esta oportunidad, más todavía. Una película maravillosa (mezcla de géneros), recursos, formatos, etc.etc.)Cuando la vi, pude dejar de lado todos mis preconceptos (tal vez generacionales) con respecto al cine de animación. Pero no sirvió -obviamente- sólo para eso. Volví a poner en memoria, titulares lejanos de los diarios y mi indiferencia de aquellos momentos. O mi resguardo frente a lo insoportable. Y sí: lo reprimido vuelve.
Mirtha Lucía

ElOtroCampo dijo...

Peliculón! Muy original tomar un tema tan duro y relatarlo en animation way!