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miércoles, 31 de agosto de 2011

Fuerte polémica entre los periodistas y los hechos por el resultado de las elecciones



por Oscar Cuervo

El ministro del Interior Florencio Randazzo dio las cifras del escrutinio definitivo. Las diferencias con el escrutinio provisorio fueron mínimas. La Presidenta se impuso por el 50,21%; según la Justicia Electoral sacó más votos que los que le adjudicó el escrutinio provisorio. A Cristina la votaron ‎10.750.000 electores; 391.719 más que lo que se informó en un primer momento. En segundo lugar, a 8.140.000 votos de distancia, quedó Alfonsín con 12,20%. Tercero Duhalde con 12,12%, más abajo para la Justicia Electoral que lo que estaba en el escrutinio provisorio.

Randazzo se refirió a los medios de derecha que quisieron poner en duda el arrasador triunfo de Cristina en las primarias, instalando sospechas de fraude.

"Contrariamente a lo que quisieron instalar los medios monopólicos como Clarín y La Nación y algunos dirigentes de la oposición atacando no al gobierno, no a un partido político, sino a la calidad institucional de la que tantas veces hablan y a la que muy poco contribuyen" declaró Randazzo.

Randazzo destacó la vergonzosa distorsión informativa que practican algunos periodistas, como Mariano Obarrio, de La Nación. El 28 de agosto Obarrio tituló su nota en La Nación:


Las denuncias por errores en los telegramas
No cambiarán presidentes de mesa
Pese a las quejas, el Gobierno mantendrá en octubre 
a las mismas autoridades que el 14 de agosto

Randazzo puso en evidencia que el titular contiene una falsedad deliberada, ya que no es el gobierno sino la Justicia Electoral la que designa a las autoridades de mesa. Ante la alusión, el empleado de La Nación reaccionó violentamente: a los gritos increpó al ministro:

"¿Vamos a tener que pedirle permiso al Gobierno o a la Presidenta para publicar una denuncia opositora? Es muy grave lo que dice porque acusó a los medios de atentar contra la democracia". Y tras la escena de histeria alcahueta, se fue dando un portazo.

Pero Randazzo no acusó a "los medios" por mentir, sino específicamente a Clarín y La Nación. Y aludió directamente a las mentiras escritas por Obarrio. Obarrio, La Nación y Clarín no tendrían que pedirle permiso al Gobierno para nada. Tendrían que pedirles perdón a sus lectores por engañarlos sistemáticamente.

La persistente mentira en que incurrieron La Nación y Clarín durante las semanas posteriores a las primarias parece indicar un intento de deslegitimar el voto contundente de apoyo a Cristina, que probablemente será más amplio en octubre. Entre las barbaridades con las que La Nación bombardeó a sus incautos lectores, uno de los puntos culminantes es una nota de opinión firmada por Claudio Jacquelin el viernes último. Titulada "Ataques a la democracia real", el mentiroso Jacquelin escribía:

"Una falsa premisa ha logrado desviar hasta ahora la discusión y minimizar la importancia de las fallas, irregularidades o errores en el escrutinio de las primeras elecciones primarias abiertas y obligatorias, realizadas hace 11 días.

"Es el triunfo del argumento oficialista, según el cual al haber 38 puntos de diferencia entre el primero (la fórmula encabezada por Cristina Kirchner) y el segundo, nada puede cambiar en la práctica la existencia de un porcentaje menor de votos mal computados. Aunque para el juez federal con competencia electoral en el mayor distrito del país no se trata de pequeños desaciertos sino de "errores muy grandes".

"El Gobierno y sus seguidores han conseguido reducir la mala praxis en el escrutinio a una cuestión aparentemente inocua para la democracia; un mal menor de naturaleza ética, moral y hasta legal, aunque no política, que es lo que importa, según ese argumento.

"Pero, como pocas veces, queda en evidencia que una media verdad suele ser una gran falacia: el error, aun menor, en el cómputo de los votos no sólo tiene o puede tener consecuencias prácticas, sino que estas consecuencias pueden ser graves y producir efectos decisivos para la representación ciudadana. Es decir para la democracia real, no formal".

El texto del caradura Jacquelin no es una media verdad, sino una entera mentira. Su crispado tono para descalificar la transparencia del conteo electoral no tenia ningún fundamento objetivo, pero sí una clara intencionalidad de quitarle legitimidad política al liderazgo de Cristina, calificándolo de "democracia formal, no real".

Para el propio Joaquín Morales Solá -el domingo pasado, antes de tener ninguna evidencia objetiva de lo que denunciaba-, las "irregularidades" afectaban la columna más básica de la democracia, de lo que se desprende que por los errores del escrutinio provisorio (errores que finalmente le habían restado 400.000 votos reales a Cristina), nuestra democracia había perdido su base:

"Las denuncias de la oposición fueron avaladas, parcial o totalmente, con más o con menos severidad, por dos importantes jueces electorales del país, María Servini de Cubría, de la Capital, y Manuel Blanco, de la provincia de Buenos Aires. Estaban juzgando la transparencia de las elecciones, la columna más básica e imprescindible de la democracia".

En Clarín del domingo, Van Der Kooy afirmaba, sin sustento objetivo, que "tantas irregularidades" desmienten la palabra de Cristina y y significan un retroceso en la calidad electoral:

"Ni la reforma política ni las internas han sido un dechado de virtudes , como pontificó Cristina.

"El triunfo de la Presidenta no puede estar bajo la mínima duda ni que haya sospechas de fraude. Pero después de 28 años de democracia tantas irregularidades detectadas (malos recuentos; 8% de votos en blanco para presidente en Buenos Aires, que no se pueden cotejar, cuando la media histórica no superó nunca el 2%) significarían un retroceso en la calidad electoral. Tuvo razón Ricardo Lorenzetti, el titular de la Corte, cuando señaló que no habría que magnificar. Pero la necesidad de su intervención pública, por sí sola, podría estar indicando algo".

Tantas mentiras infundadas de Van Der Kooy podrían estar significando algo: un claro retroceso de su condición de periodista en favor de su práctica de farsante profesional.

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