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jueves, 23 de junio de 2011

Kierkegaard, Faretta y una reseÑa

Kierkegaard, teólogo no profesional

por oac

Reseñar libros para un suplemento cultural es un trabajo como cualquier otro, una forma de ganarse el pan que puede ser digna, intrascendente o al menos no tan dañina. Angel Faretta se ha encargado de reseñar para la revista Ñ una reciente edición -"muy cuidada"- que hizo Editorial Gredos de diversos textos salidos de la pluma de Sören Kierkegaard. Faretta reseña como quien está para cosas mayores. Se sabe que Faretta está -lo cree- para cosas mayores, por la autopromoción un tanto hilarante que se hace en un extraño sitio que se llama, previsiblemente, www.angelfaretta.com.ar. No hablaremos de las tareas mayores que esperan al actual reseñista, algún día nos legará su Obra Capital y será la posteridad la encargada de dar el último dictamen sobre sus epifanías. De lo que queremos hablar (nótese que usamos el plural mayestático que el oscuro reseñista usa para referirse a sí mismo, puro mimetismo transitorio el nuestro) es de la reseña que el hombre hizo sobre los libros de Kierkegaard para Ñ.

Lo primero que se nota es que Faretta conoce a medias a Kierkegaard; diríamos más exactamente: lo conoce a décimas, un 0,10 %, dicho en fríos guarismos. Pero Faretta escribe como si lo supiera, no solo Kierkegaard: como si lo supiera todo.

En otras épocas, Faretta escribía críticas de cine, al principio curiosas, interesantes, después llamativas, más tarde algo delirantes. Estadio del que nunca llegó a salir; más bien profundizó el modelo. Ahora, por ejemplo, le encargan de Ñ escribir una reseña sobre Kierkegaard y él se siente obligado a dar su parecer sobre una serie de temas más abarcadores y entretenidos: la historia general del Catolicismo y el Protestantismo, la puesta en marcha de la movilización total, el misticismo de countries, las películas de Carl T. Dreyer y la traducción literal del nombre y del apellido de Sören Kierkegaard ("Severo Cementerio", nos dice el reseñista, y lo imaginamos guiñando el ojo a los camarógrafos, como suele hacer Lilita Carrió para rematar una ingeniosidad).

Todo muy lindo, si no fuera porque el motivo mismo para el que fue convocado, reseñar una serie de libros de Kierkegaard, se le va soltando por el camino. "El teólogo no profesional" se llama el dislate farettiano publicado en Ñ. El reseñista se lamenta, con toda razón, de que a Kierkegaard "fuera de su idioma y país natal se lo edita en forma parcial". Se lo conoce fragmentariamente y mal. Lo que da a entender Faretta es que él sí lo conoce bien. Por eso se permite elogiar la "muy cuidada" edición de Gredos: "En este volumen -dice el reseñista- tenemos expresiones de las mejores obras de los estadios-estilos de Kierkegaard: el estético, el ético y el religioso. Tenemos “Diapsálmata”, “El erotismo musical”, “Siluetas” y otros que corresponden al primero. Luego, del ético tenemos el más que denso “La validez estética del matrimonio” y, del religioso, el por momentos árido “Temor y temblor”.

Angel, reseñista profesional

Lástima grande, pensamos, al leer la reseña de Faretta. Porque, de esos títulos que tira como al descuido, el único que es un libro propiamente dicho es Temor y temblor. El resto de los que menciona erróneamente como libros es sólo una serie de pedazos en los que ha sido descuartizado un libro mayor de Kierkegaard, nada menos que O lo uno o lo otro, el primero que el pensador danés dio a conocer al mundo. Por lo cual el propio Faretta se transforma en un claro ejemplo de lo mal que se conoce a Kierkegaard. ¿Debería saber el reseñista que en realidad Editorial Trotta ya hace unos años publicó O lo uno o lo otro en forma completa, en una edición esta vez sí "muy cuidada", que permite comprender cabalmente el sentido de fragmentos como “Diapsálmata” o “El erotismo musical”, cosa que no es posible lograr fuera del contexto en el que su autor los dispuso? Y sí, debería saberlo Faretta, si no quisiera propagar el conocimiento erróneo y fragmentario que se tiene del pensamiento kierkegaardiano. Pero una reseña es un trabajo que no ha de ser muy bien pagado, así que no podemos pretender que Faretta haya insumido mucho tiempo en investigar de lo que habla. Y por ello podemos disculparle que diga, por ejemplo, que Temor y temblor es una obra "del estadio-estilo religioso", cuando el propio Kierkegaard dejó escrito que se trata de una obra estética.

No importa, Faretta nos reserva aún encantadoras sorpresas: ha descubierto, con intuición genial, el motivo por el cual Kierkegaard creó una serie de pseudónimos que firman sus distintos libros: parece, según la tesis del reseñista de Ñ, que en la fría Dinamarca Sören no tenía nadie con quien debatir y se aburría; entonces, para discutir consigo mismo, inventó estos pseudónimos: "Así, a un libro estético seguía uno ético o uno religioso donde un por demás ostensible alias refutaba el escrito anterior. Para paliar la soledad intelectual en un medio tan árido había que dividirse y hasta multiplicarse". Qué plato, ¿no? Cosas del aburrimiento en los países protestantes donde anochece temprano.

Faretta lanza otra tesis audaz: Kierkegaard formó parte, sin saberlo -y aún contra su voluntad, díríamos, dada la repulsa del danés por la teología- de un "giro teológico" emprendido contra "la movilización total" (?), junto con otros autores como Schopenhauer, Novalis, Hoffmann y Edgard Poe. Pero Kierkegaard fue -según Faretta- un teólogo "no profesional": el pobre Sören, por desgracia, vivió "alejado del mundo vital e intelectual católico" y careció de "una praxis para enfrentar tales trances vitales con la forma, modo y retórica acostumbrados". Esas deficiencias en la formación teológica profesional del desdichado danés explicarían, según el articulista de Ñ, las invenciones de "el fragmento filosófico, la migaja, al decir de Kierkegaard–, el mezclum de novela-tratado-diario" (a Faretta le encanta salpicar sus páginas con latinajos). Si Kierkegaard hubiera conocido la dicha de nacer en países católicos como Italia, España o Argentina, habría aprendido a manejar con destreza profesional el léxico de la teología y nos habría ahorrado esas extravagancias literarias en las que incurrió por no conocer suficientemente a Santo Tomás de Aquino.

Kierkegaard, de haber gozado de la formación teológica de un Faretta, capaz que terminaba escribiendo reseñas para revista Ñ. Capaz.

4 comentarios:

Martha dijo...

Hola Oscar:

Me has hecho reír!! Cuánta ironía "de por junto" , como se dice en la República de Corrientes.
Siempre logra que hablen de él y genera cierto misterio a su alrededor.Un halo lo circunda.
Un rayo misterioso, hará nido en su pelo...
MARTHA

Oscar Cuervo dijo...

Un rayo misterioso arácnido en su pelo...

Martha dijo...

Cúanta maldad anida en tu pecho/ caro cofrade!!

Pablo Boyé dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.