todos estamos igual

martes, 24 de enero de 2017

Escenas de violencia social en la Costa


por Pata Durruti

El sábado en La Lucila del Mar, la tierra donde existe una calle que se llama fiscal Alberto Nisman, un hombre joven que quiso estacionar su lujoso automóvil en doble raya amarilla, parada de colectivo (que acá tarda una hora) me dijo, entre otras beldades, "vieja trola", "vieja puta", me gritó que no le toque el auto ni me acerque a él, que no ose hablar con su mujer, la que también me puteaba, etc, etc, etc. Todo eso porque yo estaba parada donde el quería meter su auto. Imposible cualquier diálogo. ¿El amor vence al odio?

También hay gente buena y razonable en el Partido de la Costa. El churrero, que el año pasado estaba muy contento de haber votado a MM, ahora dice que a veces no duerme porque tiene que laburar mucho y consiguió un puesto de sereno en San Bernardo. De día vende churrooo y de noche cuida un lugar. Va entendiendo como viene la mano para el laburante con estos monos.

Todxs estamos en situacion de vulnerabilidad. Se me ocurre que voy a elaborar un protocolo de actuación callejera, para no tener que improvisar cada vez. Estos hdp andan empoderados y pasa cosas como lo de Mar del Plata, ciudad habitada por patotas nazis si las hay. Fue así: en una casa de comidas rápidas, los patovicas cagaron a palos a un hombre joven que se acercó a recoger sobras de comida. Solo uno de cada diez comensales reacciono. El resto siguió comiendo como si nada, mientras algunos querían defenderlo de las patadas.

Digo establecer un protocolo para no salir lastimados nosotros también. En el caso de La Lucila, de no haber sido yo una mujer grande, imaginen los insultos que me habría ganado si hubiera sido negra, india, de aspecto humilde, gorda, muy flaca, con bastón, con sindrome de down, muy viejita, etc. Si no hubiera sido nada de esto, si  yo fuera una mina rubia, 90 60 90, bella según los cánones de belleza establecidos, tal vez el insulto habría sido "cheta del orto, correte". El psicópata social siempre va a encontrar el epíteto adecuado para descalificarnos y pretender imponer sus necesidades egoístas sobre los derechos de los otros. Como muchos de nosotros nos metemos a ayudar al más débil, urge ese protocolo, además de llevar medio ladrillo en la cartera, para revolear en legítima defensa. O si no, en el mejor de los casos, luchar mucho para volvernos mejores.

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