sábado, 30 de abril de 2016

Nietzsche siempre vuelve

Con / contra la verdad



Esta tarde a las 17:00 hs. en Patologías Culturales (FM La Tribu, 88,7) vamos a retomar, junto a Maxi Diomedi, nuestras conversaciones sobre Friedrich Nietzsche:

Primer capítulo: se escucha acá (leer más acá).
Segundo capítulo: se escucha acá (leer más acá).
Tercer capítulo: se escucha acá.

Precisamente, en el tercer capítulo, que titulé Nietzsche contra Nietzsche, hablamos de un extraordinario ensayo breve que Nietzsche escribió en 1873, "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral". A pesar de que se publicó póstumamente, es uno de los textos que mejor articula su posición de pensamiento: ahí, tempranamente, Nietzsche ya plantea que lo que se llama verdad es una mentira que el ser humano inventa para sobrevivir. En su sorprendente párrafo inicial, escribe:

"En un apartado rincón del universo, donde titilan innumerables sistemas solares, hubo una vez una estrella en la que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Ese fue el más orgulloso y el más mentiroso minuto de la historia universal, pero duró solo un minuto. Tras pocos resuellos de la naturaleza, la estrella se congeló y los inteligentes animales hubieron de morir".

Es muy provocativo ese comienzo y es insólita la perspectiva desde la que el narrador se coloca: da por ya terminada la historia humana. Lo hacer para bajar de un hondazo el prestigio del conocimiento y el estatus del hombre como ser racional. Dice: la racionalidad es nada más que un producto contingente y efímero en la historia del universo, inventada por una especie con el fin de sobrevivir -"auxilio de los seres más infelices, delicados y desgraciados"-, especie que al final, desde el punto de vista del narrador, ya desapareció. Todo lo que los hombres consideran verdadero y justo es un invento humano (demasiado humano, dirá pocos años después). Para Nietzsche, el principal equívoco de la historia de la filosofía (cuya línea dominante es racionalista) es tomar estos valores inventados por el hombre como si fueran verdades superiores al hombre. La verdad es mentira. El hombre la inventa para sobrevivir, pero después se olvida de que la inventó y la pone por encima de él. Esa es la tesis explícita que Nietzsche reiterará varias veces a lo largo de su obra.

Pero cabe preguntarse: ¿desde qué posición Nietzsche recusa esa mentira que se hace pasar por verdad? Si lo que se llama verdad es una mentira, ¿qué hace que la mentira sea mentira? Porque si no hay verdad, tampoco hay mentira. Él parece puesto en una posición con acceso a la verdad que le permite desenmascarar a la mentira como tal. Si yo no tengo acceso a la verdad, tampoco puedo denunciar que algo es una mentira.

"...durante toda la vida, el hombre se deja engañar por la noche en el sueño, sin que su sentimiento moral haya tratado nunca de impedirlo; mientras que parece que ha habido hombres que, a fuerza de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos".

¿Cómo? ¿Entonces hay hombres que han conseguido eludir la mentira? ¿Dirigiéndose hacia dónde? ¿Hay, entonces, un punto de acceso a una verdad verdadera? Este es el núcleo turbulento en el cual Nietzsche está colocado, el que sacudió su pensamiento y su cuerpo, el que lo puso en guerra contra sí mismo. Las interpretaciones postmodernas de Nietzsche se aferran a estas tesis para aplanarlas, en lo que se complacen en denominar "el ocaso de la verdad", sin dejarse sacudir por la conmoción que en el propio Nietzsche produjo esa tensión con/contra la verdad.

¿Qué sabe el hombre realmente de sí mismo? Inclusive, colocado como dentro de una vitrina iluminada, ¿estaría capacitado, siquiera una vez, para percibir de un modo total? ¿Acaso la naturaleza no le silencia la mayor parte de lo relativo a su propio cuerpo, para capturarlo y encerrarlo en una orgullosa y engañadora conciencia, ignorante de las volteretas de su intestino, del rápido fluir de su corriente sanguínea, de los complicados estremecimientos de sus fibras? La naturaleza arrojó la llave: ¡ay de la peligrosa curiosidad que, por una vez, intentara mirar por una hendidura hacia fuera y hacia abajo del recinto de la conciencia, que llegara a sospechar que el hombre descansa sobre lo despiadado, lo ávido, lo insaciable, lo terrible, en medio de la indiferencia producto de su ignorancia, como si dormitara sobre las espaldas de un tigre!”.

Acá dejamos y hoy la seguimos.

viernes, 29 de abril de 2016

Macri, enterate: los pobres ya no te creen

La noticia del día es de una trascendencia enorme para el futuro político argentino. Están expresada en estas fotos: la tremenda masivididad del acto y la calidad de la composición social de quienes se movilizaron. Es una noticia muy mala para el macrismo y muy buena para el pueblo. El ajuste salvaje como única política del partido gobernante tiene un límite infranqueable ante el pueblo en las calles. No es viable un régimen ajustador que defraude los pactos electorales, por más difuso que haya sido el discurso de campaña de Cambiemos. "Te vamos a dejar todo lo que tenés y te vamos a dar más": el pueblo le dijo hoy a esa mentira: hasta acá llegó mi amor. La inoperancia política del macrismo le hizo liquidar todo el capital político que tenía en una estación: el verano republicano dio paso a un otoño con el pueblo en la calle. Ninguna maniobra de apriete a gobernadores o compras de senadores o diputados cooptables puede parar esto. "Los dirigentes hemos entendido que los intereses de los trabajadores están por encima de los dirigentes" dijo Moyano y está bien lo que dijo. Le llevó unos meses entenderlo pero lo entendió. Nunca es tarde. Hoy Moyano habló del plato de comida que falta en la mesa de los trabajadores. Es un cambio de agenda correcto: hasta hace meses paraba el país por el Mínimo No Imponible. Barrionevo se bajó del acto por la fuerza de las circunstancias. No tiene espacio ahí. ¿Tiene espacio ahí Massa y su zigzagueante Frente Renovador? Este acto es un problema para ellos. No hay ancha avenida del medio, sino un estrecho desfiladero. La ancha avenida la llenaron los trabajadores que dijeron "NO" al ajuste macrista.Pero como dije en mi nota anterior, el pase de facturas a la burocracia sindical o las lecturas internistas son temas menores ante el dato impresionante de un pueblo ganando la calle. Las lecturas que se hagan en términos de moyanismo, kirchnerismo, sciolismo, massismo... son puro humo. El gobierno tuvo hoy su peor día. Hay que decirlo: la condición de posibilidad de este acto son dos enormes movilizaciones anteriores: las de los organismos de DDHH el 24 de marzo y la vuelta de Cristina, única lider que mueve multitudes ella sola. Pero ningún frente anti-ajuste tiene futuro sin la clase obrera movilizada. Eso es lo que pasó hoy, el único dato trascendente.

Estamos en el peor momento del gobierno (la marcha de hoy: un hito histórico)

No hay que mirar al palco: hay que mirar abajo



"Estamos en el peor momento del gobierno" dice el senador Federico Pinedo. Tomando la frase fuera de contexto no podemos sino darle la razón. Porque Pinedo la dice con la intención de apuntalar la idea de que el segundo semestre será mejor porque va a bajar la inflación. En abril la inflación se proyecta a un 6%, por lo menos, cifra record en muchos años. Si consideramos que los salarios de los trabajadores están muy lejos de compensar ese ritmo inflacionario (en parte por la pasividad que hasta ahora guardaron las dirigencias sindicales que hoy convocan a la marcha en el monumento del trabajo en Paseo Colón), es previsible que en los próximos meses la inflación decrezca, porque los trabajadores no tendrán la capacidad adquisitiva para llenar la canasta familiar. 

Es posible que la inflación decrezca en el segundo semestre no por una mejora de la economía, sino como producto del aumento de la pobreza, la indigencia, el desempleo y la recesión. En esto consistiría todo el plan antiinflacionario de Cambiemos. Parte de la dirigencia sindical que hoy se moviliza en protesta por este estado de cosas (Moyano, Barrionuevo, Venegas) lo sabía cuando hicieron campaña en favor de Macri. Los motivos por los que esta dirigencia ahora se pliega a los reclamos en defensa del empleo que vienen realizando las dos CTAs desde el verano deben tomarse con cautela. Macri los defraudó también a ellos en otras promesas de campaña: el manejo del dinero de las obras sociales y la suba del Mínimo No Imponible del Impuesto a las Ganancias. Las dos banderas que motorizaron la oposición de la burocracia contra el gobierno anterior pasaron a un segundo plano, porque las bases empiezan a sentir en la nuca el aliento de los despidos como gran disciplinador para reducir sus pretensiones de actualización del poder salarial. Como decía Lanata: explicale a la gente que se conforme con ganar menos para mantener el trabajo. A los burócratas les va a resultar difícil explicárselos, entonces tuvieron que hacer un movimiento para no quedar muy deslegitimados antes sus representados.



Entonces no es la foto de esta dirigencia lenta para defender los intereses de sus bases lo que dará relevancia al acto de hoy. Es la negatividad operando en la historia lo que explica que a cuatro meses y medio de asumir el gobierno, Cambiemos haya logrado unificar el frente sindical contra un ajuste desprovisto de atenuantes. El plan de Cambiemos se reduce a frenar la inflación bajando brutalmente los salarios, elevar los índices de desocupación, enfriar la economía, volver al endeudamiento para acelerar la bicicleta financiera, más ajustes y, muy pronto, someterse al monitoreo del FMI, que, ya van a ver, exigirá desprenderse de empresas públicas, aumentar la competitividad bajando el costo laboral y flexibilizar las condiciones de trabajo, cuando adviertan que los sacrificios hechos hasta el momento no son suficientes porque la herencia recibida era muchísimo peor aún que lo que nos dicen ahora. 

No había que ser adivino para presentir que en esto consistía la "vuelta al mundo" propuesta por el macrismo. Moyano, Barrionuevo, Venegas, los dirigentes de Smata, el cenador Peceto, Massa y Bossio lo sabían porque no hay que ser genio para saberlo. ¿Qué cambió entonces para que esta marcha de hoy se transforme en un hito? ¿Los burócratas se acordaron de las tres banderas justicialistas? ¿Se despertó el gigante peronista, para hablar un poco kitsch?



No hay que mirar la foto de los dirigentes en el palco de hoy. Hay que mirar a las bases movilizadas. La intención inicial de la convocatoria era "celebrar la fiesta del trabajo", como todavía sigue diciendo Piumatto. Iba a ser una demostración de fuerza de los burócratas para obtener algunas prebendas del gobierno. Pero la dinámica de la lucha de clases desbordó las motivaciones subjetivas de los convocantes. A la marcha de hoy se fueron sumando sectores gremiales y políticos que no están en el mismo negocio de Barrionuevo, Venegas y Moyano. La marcha es histórica porque por primera vez en muchos años todos los sectores sindicales tienen que dejar de lado diferencias políticas e ideológicas. Es también inédito que un gobierno que supuestamente acaba de salir de su "luna de miel" concite una movilización de trabajadores en contra, a tan pocas semanas de haber ganado las elecciones. Es decir: esta movilización es más interesante por lo que promete que por lo que hoy va a suceder. Venegas y Barrionuevo no van a hablar porque el cariz opositor impuesto por las circunstancias los deja muy en offside. 

Moyano, hábil para el reposicionamiento, endureció en las últimas 72 horas su discurso y ahora dice que "Macri está en contra de los trabajadores". Moyano tiene razón, pero eso se sabía cuando él lo apoyaba hace apenas semanas. Como es hábil para los reposicionamientos lo que hay que hacer con Moyano es decirle que si, que tiene razón, que Macri está en contra de los trabajadores. Pero en los próximos meses también hay que prestar atención a lo que Moyano haga y no solo a lo que diga. Porque el tipo también tiene negocios en el fútbol, en Covelia, en la guita de las obras sociales.

Hoy en la marcha va a haber sectores populares afectados por el ajuste, todos unidos contra macri. Peronistas y no peronistas, van a movilizarse también los sindicatos de base, la izquierda, sindicatos radicales, docentes, bancarios, el Movimiento Evita, la Cámpora, intendentes del conurbano, una fracción del Frente Renovador que se siente incómoda con la funcionalidad de Massa con el gobierno. Lo que nuclea a sectores tan diferentes, que hace pocos días parecía imposible que se juntaran, es la desnudez del proyecto oficialista. No se trata de que el macrismo no sepa comunicar, como debaten con cínico candor los relatores del establishment: es que no hay nada que comunicar. Hasta los más lerdos empiezan a intuir que lo que viene va a ser peor: es la posibilidad lo que moviliza. 



La foto de ayer de macri en un descampado frío, rodeado de la escuálida gobernadora y de Alejandro Granados (?), todos de negro y con gestos torvos, él disgustado por la media sación que tuvo en senadores la ley para frenar los despidos, sus amargos reproches al funcionalísimo cenador Peceto, el mismo que le regaló el acuerdo del senado para arreglar con los buitres, la primera derrota parlamentaria del oficialismo, la perspectiva de que ese proyecto se apruebe en diputados, las amenazas de vetarlo, el desalentador anuncio de un plan de empleo joven que anticipa los modos de una posible flexibilización laboral, la ausencia de mínimos gestos sociales hacia los sectores más dañados por el ajuste, la negación sistemática del desempleo, la insistencia en la cantinela de la pesada herencia, el desfinanciamiento de la universidad pública, los Panama Papers, la insensibilidad oficial imposible de disimular con asesores de imágenes y retiros espirituales, la suma de todo eso da como resultado que el margen para los colaboracionistas se estreche drásticamente.



¿Hay un ala política de Cambiemos o se trata solo de un grupo de CEOs que vinieron a liquidar el país? Si la hay, no se ve en qué consiste su función. El sistema mediático le pone toda la garra: 24 horas al día, siete días a la semana excavando los terrenos de Lázaro Báez. Nunca en la historia reciente las pantallas estuvieron tan lejos de la realidad cotidiana, produciendo un humo tan tóxico. El humo tiene que ser cada vez más espeso para anular toda visibilidad. Hoy, cuando se junten las columnas de trabajadores y desocupados en Paseo Colón, las excavadoras en Santa Cruz deberían encontrar al menos un dinosaurio vivo, un video de Néstor en una orgía pedófila, la evidencia atroz que permita la inmediata prisión preventiva de Cristina, Máximo golpeando a su mujer, los 22 mil falsos desaparecidos de Lopérfido escondidos en una bóveda, algo, por Dios.


La composición de la marcha inquieta al oficialismo: va a mostrar la inviabilidad de un proyecto político de ajuste con votos, la fecha de vencimiento del tercio de la población que creyó sinceramente que te vamos a dejar todo lo que tenés y encima te vamos a dar más. Si los que hoy se movilizan son más que los que fueron a acompañar a Cristina a Comodoro Py hace dos semanas -lo que no es imposible, porque aquella movilización se hizo sin aparato, una mañana laborable y lluviosa-, las especulaciones de los columnistas del relato M girarán en torno a una presunta disputa de representación de la oposición entre el cristinismo y el gremialismo. Será la manera en que los columnistas del domingo disimulen el daño que la marcha va a ocasionar en el gobierno: decir que esta marcha... ¡fue contra Cristina! Es un falso eje. Los dirigentes que hoy presiden el palco no tienen votos ni los van a tener el año que viene ni en 2019. Hoy no es la interna opositora. No hay que mirar el palco. Hay que mirar abajo.

Tiene razón Pinedo que el gobierno está en su peor momento. Pero hay que agregar que es el peor momento hasta ahora. En algo se equivoca: en los próximos meses va a estar peor.


jueves, 28 de abril de 2016

BAFICI: la perla irregular

Una novia en Shangai (Mauro Andrizzi, 2016)



por Oscar Cuervo y Marcos Perilli


¿Qué podría ser el cine? No solo lo que ha sido ni lo que efectivamente es. Por suerte, su posibilidad es más grande que su realidad. 

Si la última edición del BAFICI fue poco interesante, no se debe solo a la nefasta política cultural del macrismo que tiene a cargo la organización del festival y -desgraciadamente- la conducción política del país. Tampoco es atribuible a que Javier Porta Fouz no le ponga a su misión más onda que Panozzo. Puede que gran parte de la abulia que provoca esta programación sea atribuible a que el cine no está pasando por un gran momento. Hay etapas de alza y otras de baja, flujos y reflujos. Y, más allá de que cuatro o cinco películas que deberían haber estado no fueron programadas, probablemente se trate de que el cine que hoy se hace no es tan interesante como el de hace 15 años, o que un nuevo despuntar se está gestando en alguna parte pero todavía no se hizo visible. 

Por eso siempre nos queda la posibilidad. Debe haber tipos como Perrone en algún rincón del mundo que están trabajando a pesar de la burocracia festivalera,  contra la inercia de la tradición y los límites de la imaginación. Hay también límites objetivos, económicos y políticos, que hacen que la desertificación que produce el neoliberalismo en la vida planetaria alcance a la creación cinematográfica. Hay momentos históricos en los que determinados modelos reproductivos se fatigan y solo son capaces de dar más de lo mismo.



En nuestra conversación reciente en La otra.-radio, Roger Koza remarcaba la estandarización de la mirada de muchos cineastas latinoamericanos, sometidos a voluntad a un modelo fomentado por las fundaciones europeas que con su prepotencia económica fijan una división internacional del trabajo y promueven un estilo "latinoamericano global". "Se pueden buscar los ejemplos, son paradigmáticos -nos decía Roger-. Y en el aspecto formal: películas de planos largos, una forma de pensar el sonido, ves 10 minutos y ya son todas iguales. Yo tenía la idea de hacer un ensayo audiovisual, ponés treinta películas sin decir que son distintas y creés que son la misma". Digamos: eso que alguna vez se llamó "cine independiente" ahora es un segmento del mercado. Y como tal, se rige por mecanismos globales como la obsolescencia programada, la avidez de novedades y las habladurías del mundo.

¿Qué puede ser el cine? es una pregunta que un crítico jamás debería olvidarse, porque la apertura a la posibilidad sostiene el tiempo de la espera. 



La nueva película de Mauro Andrizzi, Una novia de Shangai, me hace pensar en factores que nunca deben desdeñarse: la inspiración de un autor, su placer de fabular, su desenfado, su alegría por filmar. Andrizzi tiene la doble virtud de hacer películas que no se parecen a las de otros y además no se aferra a un programa estético que lo normalice prematuramente como autor; por eso sus películas no se parecen ni siquiera entre sí. Mono, Iraqui short films, Accidentes gloriosos y En el futuro son ensayos que muestran la voluntad de usufructuar la independencia posible para probar qué es lo que el cine podría ser y todavía no ha sido. Esa soltura no necesariamente produce obras maestras ni logra reconocimientos instanáneos y unánimes. Incluso puede desconcertar a quienes creen que en el arte es preferible llorar que reír. Lo que se percibe en Una novia de Shangai es que el juego y la risa son caminos posibles para revivir el cine.



Andrizzi consiguió, con el apoyo de un grupo de productores argentinos, una residencia artística de 6 meses en el Swatch Hotel de Shangai, para filmar un largometraje en esa ciudad china. La oportunidad en sí era magnífica y el primer mérito es haberla conseguido, pero la chatura generalizada podía haber dado lugar a una película parecida a muchas otras. Una novia en Shangai se nutre de distintas tradiciones culturales y específicamente cinematográficas pero se permite jugar irresponsablemente con ellas sin sucumbir por su peso. 



La primera gracia es la nacionalidad problemática de la película. Además del director, hay otros argentinos involucrados en el proyecto (por ejemplo, Daniel Melingo autor de la música), pero la casi totalidad del cast y del equipo de rodaje son chinos. La película está enteramente filmada en Shangai y hablada en mandarín. Pero la subjetividad que fabula la historia y la mirada que registra las mutaciones urbanas de una locación insólita son las de un cinéfilo porteño y cosmopolita. Para la fábula, Andrizzi se deja inspirar por tradiciones orientales arcaicas que le dicta una ciudad donde el pasado y el futuro se yuxtaponen de manera irregular. Partiendo de la historia de dos buscavidas enredados con un fantasma y otros lúmpenes, Andrizzi logra incrustar poesía dadaísta en un documental sobre un lugar del mundo que desafía el asombro. Shangai es una ciudad increíble y el director no olvida que el cine tiene la capacidad de registrar lo real que no se puede contar. Sobre ese fondo real puede escribirse un disparate gozoso con una estructura digresiva y un montaje ocurrente. 

Los truhanes protagónicos imaginan que del otro lado del mundo, en Latinoamérica, en países de cuatro sílabas como Guatemala, Venezuela o Bolivia (?), la gente vive en estado de perpetua felicidad. Andrizzi sueña a unos chinos que sueñan ingenuamente que la felicidad está en sus antípodas, los hace acarrear un ataúd por barrios bajos y subirlo en un container para que dos amantes ya muertos se reencuentren en el trasmundo; se cruzan con un anciano que evoca un pasado apócrifo, con mujeres vestidas de novia que posan para la foto con transeúntes desconocidos, con masajistas ciegas que no son tales, los lanza a la busca de un tesoro que remite al maletín radiante de Kiss me deadly, juega con el imaginario desbordado del cine oriental reciente, cita a Bowie y Leos Carax, desbarata los planes chapuceros de sus anti-héroes, pero no los hace renunciar a la fe de que el amor vence al odio.



Una novia en Shangai juega a imaginar una improbable historia de amor del trasmundo posibilitada por sujetos que no creen en el más allá porque recibieron una educación materialista. A pesar de dejar a la vista su voluntad de fabulación, la película nunca cae en el cinismo y logra que la emoción romántica luzca genuina. Y, como quien no quiere la cosa, Andrizzi filma los paisajes más bellos y desolados que el cine ¿argentino? haya logrado en mucho tiempo.

miércoles, 27 de abril de 2016

BAFICI: los jóvenes y un viejo



por Oscar Cuervo

Por una analogía un tanto forzada de la noción de "mayoría de edad" se empezó a decir que en su 18º edición el BAFICI llegó a su madurez. Más allá de la superstición numérica, no logro percibir de dónde se desprende esa idea. El género coming of age parece haberse extendido como una mancha de aceite hacia la totalidad de la programación. Ya no es solo una sección del festival, sino que hay coming of age por todas partes. Películas de chicos (de 9, de 15, de 25, de 35... ¡de 45!) que no desean hacerse grandes y se repliegan en un mundo chiquito. Una puberización del punto de vista. 

Hasta convertirse en género, el coming of age recorrió un camino largo en el cine. El protagonista de Los 400 golpes crece a los golpes y Truffaut muestra ese proceso, no para idealizar la adolescencia, ni para consagrarla como un estado eterno del alma, sino para empujar al cine hacia la intemperie del mundo: lo que se plantea es una mirada nueva, porque el cine moderno está abriendo los ojos junto con Antoine Doinel. Los jóvenes de The last picture show experimentan el paso hacia la adultez como el fin del ensueño de una comunidad bucólica. Es la sociedad norteamericana la que se vuelve vieja ante sus ojos. Bogdanovich filma clásicamente la muerte del clasicismo cinematográfico. En Rumble Fish, Rusty James trata de seguir los pasos de su hermano mayor, el chico de la motocicleta, en un clima alucinado de post-catástrofe que no terminará de comprender hasta que realice el trayecto que su hermano dejó trunco; el fin de las pandillas es el fin de una épica y la asunción de la incertidumbre. También, inadvertidamente, es el comienzo del ocaso de Coppola y de la última generación de cineastas norteamericanos que dialogaron críticamente con la historia de su país. En estas películas, los procesos de crecimiento no implican ninguna celebración juvenilista ni tampoco un deseo de perpetuar una puerilidad apartada de la historia. En ninguna de ellas existe la mínima intención de consolidar una subjetividad juvenil en-sí, como recusación de la adultez. 

En los últimos años el coming of age se cristalizó como género y se volvió una forma engañosamente inocente del conformismo. Estableció una retórica disponible, clausurada en una situación abstracta, la de ver el mundo de "los grandes" (es decir, el mundo) desde un limbo existencial. El coming of age como género exime del engorro de construir personajes con una inserción económica precisa y ante una situación histórica concreta. Los chicos genéricos del coming of age no dejan nunca de ser hijos de... que viven fuera del mundo del trabajo y de las clases sociales. Da lo mismo que sean portugueses, argentinos, suecos o texanos. Notoriamente, los cineastas que se afincan en estos puntos de vista no tienen 8 años ni 15 pero su cine queda fijado en esa posición, como si padecieran un trastorno de crecimiento. Constituyen así la paradoja de que filman circularmente un pasaje que los deja siempre en el mismo punto. ¿La proliferación del coming of age en la programación del BAFICI postula el deseo de un festival eternamente adolescente?



Trayectorias. Si un autor merece figurar en esta sección del BAFICI es el viejo Marco Bellocchio. Con sus 76 años puede que sea el último de una especie que desaparece. En el BAFICI se pasan su primera película, I pugni un tasca (1965), y la más reciente, Sangue del mio sangue (2015). Digo "el viejo Bellocchio" porque tiene 76 años. Pero es Europa la que se volvió vieja a medida que van muriendo los artistas que, como este bello ojo, matengan su brío y su furia. Se trata de una paradoja de la historia contemporánea: por motivos que habría que pensar, los años 60 siguen siendo jóvenes y la actualidad envejece. Bellocchio es un emergente de aquel clima social y un disidente de esta época. Hoy lo juvenil es un segmento del mercado, la consumación de un futuro pasado. El cine industrial está diseñado desde la hipótesis de un espectador que no crece más allá de los 12 años. Y ahora los festivales de cine adoptan un juvenilismo alternativo. Encuentro pocos directores entre los centenares de este BAFICI que muestren un deseo tan fuerte como el de Bellocchio (en sus versiones 1965 o 2016) de desafiar al mundo desde el cine, un deseo donde el cine sea un arma de lucha. Sólo pensar que I pugni un tasca pudiera ser reducida a un coming of age me produce un escalofrío.

Cuando Bellocchio apareció a mediados de los 60, el cine europeo era pendenciero. Incluso en medio de todas esas películas, I pugni un tasca mostraba una rudeza incómoda: esos jóvenes eran los más inasimilables de su época. Pasó medio siglo y proyectada hoy en Buenos Aires luce como la película que puede ponerse a la altura de este presente y sigue mojándonos la oreja. La palabra "clásico" no le cabe. Bellocchio tenía 26 años cuando la hizo.



Hoy tiene 77 y hace Sangue del mio sangue. Bellocchio no se repite. Su cine se fue entenebreciendo hasta transformarse en un maestro de los climas oscuros. Puede contrastarse la actual oscuridad de sus películas con la crudeza de la luz de I pugni in tasca. Lo que no perdió (eso no se puede perder sin volverse un amargo y un cínico, y él ciertamente no lo es) es su inconformismo. En Sangue del mio sangue recurre a una estructura partida que es un signo formal del desajuste del presente. Una primera parte tiene el aspecto de una leyenda de los tiempos oscurantistas de la caza de brujas: Benedetta es una hermosa novicia que perturba el orden conventual con un deseo demoníaco hacia su confesor, Federico. Su deseo es tan intolerable para el ambiente del claustro que empuja a Federico a un presunto suicidio, lo que le impide a los curas enterrarlo en el camposanto. El hermano gemelo del sacerdote llega al convento para reclamar que se le dé sepultura cristiana, pero él también se topará con el deseo inquietante de Benedetta. Los inquisidores harán lo posible para aniquilar la potencia erótica de la mujer. La narración se interrumpe en un momento de máxima sugestión, cuando los hermanos gemelos se encuentran a ambos lados de un arroyo en medio de una noche de luna. De pronto, la cámara se sitúa en el mismo interior del convento pero en la época actual. El clima ensoñado se trocará en una farsa nocturna de la decadencia europea, infestada de yuppies embrutecidos por la prepotencia del dinero, una decadencia vista con sorna desde la mirada de un hombre de una vejez inconmensurable al que se atribuye la condición de vampiro. Ninguna de las dos historias, la medieval y la contemporánea, alcanzará un cierre narrativo; en cambio, el espacio del convento y el tiempo de la noche le permitirán a Bellocchio concretar el retorno de lo reprimido en su deslumbrante desnudez.

La juventud no aparece como una parálisis que se repliega en la imposibilidad de crecer, sino como una fuerza que retorna para arrebatar el presente. Se trata del punto de vista de un hombre que no se ha negado a envejecer.

martes, 26 de abril de 2016

BAFICI cierre

Roger Koza en La otra.-radio, para escuchar clickeando acá.

Una lista tentativa e incompleta de películas de este BAFICI que se fue formando en la charla radial con Roger Koza y nuestro compañero de La otra (y también cineasta) Martín Farina: 

Hierba, Raúl Perrone


Francofonia, Sokurov


Todo comenzó con el fin, Luis Ospina


Inmortal, Homer Etminani



Solar, Manuel Abramovich


Sangue del mio sangue, Marco Belocchio


I pugni in tasca, Marco Bellocchio




Homeland. Iraq año cero, Abbas Fahdel



Hitchcock / Truffaut, Kent Jones

Ya es una amable tradición de cada noche de cierre del BAFICI que el crítico y programador Roger Koza pase por La otra.-radio. Dijo Roger sobre esta edición del festival: "Me dio la impresión de que hubo más entusiasmo que en años precedentes, un entusiasmo moderado, no eufórico, lo que también es bueno. Naturalmente estas son miradas personalizadas. Tengo la impresión de que se recuperó mínimamente un espíritu cinéfilo. Y vi muchas funciones llenas. Me pareció que fue menos mecánico que los años precedentes. Uno puede discutir con Porta Fouz [director actual del BAFICI] modalidades del cine, posicionamientos políticos, pero creo que es indudable que es alguien a quien le gusta lo que está haciendo. Yo creo que el director de un festival debe sentir que ese es el centro de su vida. Y hay algo de eso que yo noté en los nuevos programadores, que son muy diversos, tienen miradas muy distintas del cine. Eso lo vi y me parece muy bueno. Creo que el verdadero BAFICI de Porta Fouz va a ser el próximo, pero hubo indicios. Y lo que a mí me tocó [como jurado] es esta nueva competencia latinoamericana, en la cual yo leo una intención de disputar la idea del cine latinoamericano de festivales. Si logran llevar a fondo esta intuición, ahí tienen oro, porque esa discusión no está dada en los festivales. El BAFICI tiene el peso simbólico a nivel internacional para poder dar esa discusión: que acá puedan premiar películas latinoamericanas que se despeguen de las que se ven en Berlín, las que pasan por el atelier de Cannes o por la Hubert Bals Fund de Rotterdam. La película que ganó en la sección es absolutamente diferente, se llama Inmortal, colombiana, aunque el director es iraní. Y es una película genial, no tiene que ver con nada. Encontraron eso. Si llegan a encontrar nueve más como esa, es un cambio... Es una disputa muy necesaria porque, sinceramente, lo que pasa con el cine latinoamericano es duro. Vienen todas formateadas, es una Latinoamérica global. Son todas iguales: o son hiper violentas, con sujetos que ejercitan una crueldad extrema, donde los problemas sociales ya no parecen sociales, parecen una condición teológica, una maldición que cayó sobre una sociedad y no un problema socioeconómico que lleva a una disfunción social; o, en su defecto, muestran la vida en el campo, donde la gente no habla, donde son buenos, el regreso del buen salvaje. Se pueden buscar los ejemplos, son paradigmáticos. Y en el aspecto formal: películas de planos largos, una forma de pensar el sonido, ves 10 minutos y ya son todas iguales. Yo tenía la idea de hacer un ensayo audiovisual, ponés treinta películas sin decir que son distintas y creés que son la misma".

Para Roger, la mejor película que se vio en esta edición del BAFICI es la iraní The Brick and the Mirror (1965), opera prima de Ebrahim Golestan, en versión restaurada. "Debería ser una forma de repensar lo que vemos, primero por el grado de sofisticación formal, segundo por la relación entre la intimidad y lo social, es extraordinaria. Es la mejor película de este BAFICI por lejos". Para todos los que no llegamos a verla, está disponible en youtube, acá:




Y las que tendrían que haber estado y no estuvieron:


The Thoughts That Once We Had, Thom Andersen



In omaggio all'arte italiana!, Jean-Marie Straub


Hele Sa Hiwagang Hapis, Lav Díaz




As Mil e Uma Noites, Miguel Gomes


Cemetery of splendour, Apichatpong Weerasethakul


The Assassin, Hou Hsiao-Hsien
Para escuchar el programa completo, con las motivaciones para considerar estas películas y unas pocas cosas más, clickear acá.

Todavía me quedan algunas cosas en el tintero que voy a escribir en los próximos días.

Este programa estuvo dedicado a Prince:

lunes, 25 de abril de 2016

Francofonia (BAFICI)

(Aleksandr Sokurov, Francia, 2015)


por Liliana Piñeiro

París, invasión nazi y bombardeo de la ciudad. ¿Puede el arte pervivir en medio de una de las mayores tragedias del siglo XX? Tal vez con reminiscencias de Adorno (¿puede hacerse poesía después de Auschwitz?) Sokurov plantea la pregunta y hace interactuar a dos personajes claves en el cuidado del Louvre, cuya historia está narrada a través de imágenes de archivo del gran museo francés.

Jacques Jaujard y el conde Franz Wolff-Metternich parecen ser conscientes de la delicada responsabilidad que se les ha encomendado. Los diálogos imaginarios entre ellos dan cuenta de la tensión interior que cada uno siente entre su pasión por el arte y los condicionamientos políticos a los que son sometidos.

En los últimos minutos, Sokurov interactúa con ambos: algo tiene para decir desde el presente, desde la perspectiva histórica que permite dar cuenta del resultado de esa lucha. ¿Desde las paredes del Louvre, el arte puede ser una respuesta entre tanto dolor y muerte? Y esa respuesta, ¿sabe a victoria?

Sokurov no ignora el famoso epigrama de Benjamin: “No hay documento de civilización que no sea, simultáneamente, un documento de barbarie”. Su película parece ser un testimonio de dicha aseveración.

La noche (BAFICI)

La larga noche de Edgardo Castro



por Javier Rossanigo

Apuesta extrema, salto al vacío. Si decir ésto es decir poco más que nada, es, al menos, lo primero que puede arriesgarse luego de ver La noche, el debut como director cinematográfico del actor Edgardo Castro. Y es que difícilmente esta ópera prima pueda componer serie con otras películas del cine argentino –y aquí el recorte de fronteras estrecha demasiado las potencialidades del film– si se considera que ciertos ecos de malditismo parecieran condenarla a ser una película solitaria y a prescindir de cualquier progenie. No porque carezca de elementos proteicos que pudieran ser retomados por otros directores, sino porque la singularísima experiencia de Castro apuesta a extenuar sus propios recursos condenando prospectivamente al remedo epigonal a quienes pretendan adentrarse en el camino trazado por La noche.

Podría pensarse al film de Castro como la película que Anahí Berneri no se atrevió a filmar en Un año sin amor. Aunque, sería injusto achacarle a la directora falta de coraje para afrontar los riesgos que planteaba la adaptación del libro de Pablo Pérez, donde las travesías por la noche porteña en busca del sexo más crudo son estructurantes del perfil del protagonista. En todo caso, podría argumentarse, lo que resiente la mirada de Berneri es un elemento que resulta constitutivo tanto en la película de Castro como en la novela de Pérez: lo autobiográfico como contraseña para representar un mundo con sinceridad.

La noche comparte con el libro de Pérez su motivo argumental: un homosexual busca calmar su apocamiento existencial con dosis infrecuentes de sexo y drogas mientras aguarda la llegada del demorado amor que se percibe como una promesa de reordenamiento en la vida del personaje. Si en el libro de Pérez estas coordenadas son explícitas, en cambio, del homosexual cuarentañero que compone el propio Castro en La noche poco se conoce, aunque no poco sea lo que se pueda inferir. A pesar de que no haya un conflicto tematizado que permita conocer qué es lo que motoriza al personaje en sus incursiones por bares de mala muerte y en sus estadías en hoteles de alojamiento en compañía de otros hombres, la escena final permite arriesgar en qué consiste aquello en cuya búsqueda el protagonista persiste a pesar de todo.

Castro filma y actúa con arrojo para espetar a la mirada del espectador un mundo poco frecuentado por el cine, con la contundencia y falta de aderezos con que se presenta un dato de la realidad. No parece haber aquí un afán de “espantar al burgués” con escenas de sexo explícito entre homo y transexuales, al contrario, puede leerse en la austeridad formal con que se narran los episodios una sólida decisión política de correr con un único movimiento el velo que camufla una realidad culturalmente conflictiva para presentarla en su más pura materialidad. Ese despojamiento en la recreación del mundo gay marca claras diferencias respecto de las miradas depuradas culturalmente sobre ese universo y es precisamente este corrimiento lo que puede causar alarmas entre los espectadores, y Castro lo sabe. En La noche, el puto no es un amanerado a la manera televisiva pero tampoco es un mirabultos al modo con que acostumbra presentar a sus personajes el cine gay más de género, sino que es un hombre “hecho y derecho”. Esa dicotomía entre el ser y el parecer rompe con los horizontes de lectura del espectador y desliza una sospecha que repercute sobre el arquetipo del homosexual, sembrando la alarma de que en cualquier macho de una pieza pueda habitar ese Mr. Hyde.

El consumo de drogas es también sometido a una inquietante torsión en la película. Frente al uso de estupefacientes legitimado por una ética hedonista o de escapismo juvenilista comunes en comedias recientes que so pretexto de generar risas tratan con ligereza todo cuanto en ellas quepa (cfr. Vóley de Piroyanski o Finding Sofía vista en el último BAFICI), La noche retrata con notas de patetismo el periplo de su trasnochado protagonista para ir al encuentro de un dealer bajo el sol incandescente de mediamañana y se encarga de recordar sin énfasis ni aleccionamientos que las drogas hacen mella en los cuerpos, quizá los verdaderos protagonistas de este film.

Laxo, pesado, fisurado, el cuerpo es el sismógrafo de la decadencia del protagonista, que pasa de la lubricidad a la resaca indomable en un tono siempre contenido que da cuenta de lo rutinario de esa secuencia en su vida. Pero ante todo los cuerpos son el reflejo deformado del estereotipo de belleza televisivo, que solapadamente se cuela en la vida de estos personajes a través de las viejas y aparatosas TVs encendidas en los cuartos de los hoteles de alojamiento o en el cuarto del hotelucho en que vive Guadalupe, una chica travesti que es el otro gran personaje de La noche. En su composición, la película de Castro vuelve a correrse de las fórmulas al uso para trazar personajes marginales y, prácticamente sin diálogos, le da vida a un compleja y humanísima travesti que reduce a la protagonista de Tangerine, la película de Sean Baker, por citar un caso reciente, a un ligero estereotipo replicante del de la mujer posesiva e histérica.

domingo, 24 de abril de 2016

La última película (BAFICI)

(Peter Bogdanovich, 1971, EEUU) *

La belleza es la verdad, la verdad es belleza
esto es todo…lo que necesitas saber.
John Keats, Oda a una urna griega

por Liliana Piñeiro

Citado en una de sus escenas, este verso de Keats es el eje central de la película. Filmada en blanco y negro, Bogdanovich pinta de manera precisa los años 50 en un pequeño pueblo de Texas. Los protagonistas adolescentes van en busca de una verdad (no de otra cosa se trata aquello que da sentido a una vida), y se estrellan contra la hipocresía de una sociedad asfixiante, como el polvo que, aunque se barra, todo lo cubre.

El contexto despliega el momento de inflexión de un país, en el cual el capitalismo va alumbrando una nueva guerra (la de Corea). Los jóvenes sienten el vacío de un destino incierto: los espera la lucha en el frente, posiblemente la muerte, mientras el dinero y el brillo de las ciudades va reemplazando a las costumbres de los pueblos rurales. La entrada al mundo adulto se dificulta ante el fracaso de los valores en los que fueron educados.

Filmada en 1971, La última película provoca un impacto particular: es que la desesperanza social y política parece trascender la época histórica a la que alude, para convertirse en una vivencia casi permanente.

Sin embargo, ciertas flores extrañas se abren paso en el suelo pedregoso, contra el viento hostil. La amistad, algunas formas del amor, siempre pueden salvarnos en momentos de desolación.

A pesar del extravío, la verdadera belleza (como el cine al que apuesta Bogdanovich, desmintiendo el título de su película) parece sobrevivir.


* La última proyección de esta película será en el cine Gaumont, el domingo 24/4, a las 22:15 hs.

¿Para qué sirve el dinero si no vas a romper el molde?

Especial  Prince  +  Un  balance  del  18º BAFICI: 
La otra.-radio:  Hoy  a  las  12  de  la  noche  en  Radio  Gráfica - FM 89,3 - Online acá
Invitados:    Roger  Koza  +  José  Miccio


Todo el mundo quiere vender lo que ya se vendió
todo el mundo quiere decir lo que ya se dijo
¿Para qué sirve el dinero si no vas a romper el molde?
Aun en el centro del fuego existe el frío.

No todo lo que brilla es oro
No todo lo que brilla es oro, mmm...

Hay un océano de desesperación, hay personas que viven ahí
son infelices todos y cada uno de los días
pero el infierno no es una moda, entonces ¿qué me querés contar?

No todo lo que brilla es oro
No todo lo que brilla es oro, mmm...