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domingo, 7 de diciembre de 2014

Kirchnerismo: hora de hablar de la sucesión

El Ojo Mocho / Otra vez: en La otra.-radio. Hoy a la medianoche en FM La Tribu



por Alejandro Boverio, Darío Capelli y Matías Rodeiro *

Ante la incertidumbre de la sucesión, en lo que a nuestra posición y convicción concierne, lo que nos interpela es la pregunta por las condiciones de permanencia de cierto estado de la cosa política que en la Argentina adoptó para sí el nombre de kirchnerismo. La pregunta, ya que evocamos a Maquiavelo (pero otra vez pudiera ser Spinoza), también es clásica, ¿cómo conservar y acrecentar el poder o la potencia, cómo perseverar y extenderse en el ser?

El estado de la cosa política, tal como lo constituyó el kirchnerismo a lo largo de una década, introdujo un desafío a la lógica neoliberal y significó un freno real a su inercia. El kirchnerismo, así, como diferencia respecto del neoliberalismo. Mas también, y esto quisiéramos destacarlo, respecto de la tradición liberal y su ideal político del “buen gobierno”, entendido como límite-garantía de las libertades individuales y administración de un orden abductor y abjurador del conflicto. Pero además de constituir estas diferencias, o justamente porque las constituyó, la cosa política kirchnerista revirtió vectores políticos, económicos y culturales, que tenían colonizados la propia forma Estado. Parcial descolonización de la forma Estado, entonces, abierta y tensada por la recuperación y generación de nuevos derechos para mayorías y mino- rías, “partes sin parte” hasta ayer excluidas por el orden liberal, regido por el principio de una racionalidad política abstracta, y por el orden neoliberal, regido por el principio de la transferencia de la potestad soberana a los mercados. En tal sentido, el kirchnerismo fue y sigue siendo la reapertura constante del horizonte de posibilidades para que las muchas “partes sin parte” sean y estén en cierto estado de soberanía, para lo cual fue menester reconstruir su noción misma. Así, la recuperación pública de los fondos previsionales fue una decisión que en buena medida permite sostener las políticas de tendencia a la igualdad y la inclusión (AUH, aumentos semestrales a las pensiones y jubilaciones y de la masa de jubilados; Pro-Cre-Ar;); tanto como la redefinición de inversiones estratégicas, por ejemplo, en empresas con acciones o participación estatal. En ese mismo sentido, la expropiación de YPF va en busca de un potencial futuro de autonomía energética y de la posibilidad concreta de encarar con mayor énfasis la diversificación de la matriz productiva, para apuntalar la creación y el sostenimiento del empleo como eje articulador de la sociedad. Eso, en concomitancia con otras decisiones como la reapertura de las paritarias y los aumentos del salario mínimo (con todo y lo mínimo que estos pudieran resultar) o las políticas de obras públicas. Las políticas de desendeudamiento –hoy en el ojo mismo de la tormenta con el episodio de “los buitres”- que entre otras cosas permitió reducir la relación deuda-PBI, deuda privada en moneda extranjera-PBI, así como cambiar el orden de prioridades entre lo destinado del PBI al pago de los intereses de la deuda exterterna y lo invertido en educación, ciencia y tecnología.



(...) Mencionamos algunas concretas materializaciones de una cierta noción de soberanía, en la base de la cual quisiéramos concebir/ imaginar/ afrontar el problema de la sucesión. Nuestra pregunta sería entonces por las condiciones para perseverar y acrecentarse en el ser de esa soberanía. Permanencia y acrecentamiento del estado (de cierto estado) de soberanía, tal la figura que nos interesa resguardar, interrogar en sus posibilidades y utilizar como puente para afrontar el dilema de la sucesión.

Sobre todo ante un escarpado escenario trazado tanto por un complejísimo panorama internacional, sumido en múltiples conatos belicistas de variada intensidad (entre los que se mantiene, latente y silenciosa, una base de la OTAN en nuestras Islas Malvinas), avanzadas de los sectores ligados al capital financiero internacional, restricciones y recesiones económicas, caídas en los precios de los bienes exportables generadores de divisas (como la soja), delicadas agendas electorales en países estratégicos (siendo sobresaliente la de Brasil pero no menos importante la de Uruguay), como por el elocuente desafío interno de ya no poder contar, para el próximo período presidencial, con las mediaciones de los liderazgos políticos que en gran medida garantizaron la posibilidad (fueron en gran medida una de sus condiciones de posibilidad) de la sucesión de ese estado de soberanía. Para lo cual, en una frágil combinatoria, lograron articular a las diversas fuerzas que la sostienen y la componen, a través de votos, gobernaciones e intendencias afines, militancias organizadas, adhesiones inorgánicas, planes sociales y subsidios a privados, consensos de organizaciones políticas-sociales-gremiales, inversiones públicas y privadas -nacionales e internacionales-, aportes impositivos, movilizaciones, políticas públicas, ideas, luchas, símbolos, discursos, debates, fallos judiciales, convicciones, leyes y consagración de derechos; y conflictos con diversos actores y corporaciones nacionales y supranacionales.

También por el desafío que implica el desgaste de la gestión, las falencias propias, las decisiones erradas, las omisiones por convicción, error o debilidad (la vigencia de Ley de entidades financieras, la reforma impositiva, la reforma judicial y la reforma constitucional) y reflejos tardíos ante condicionantes estructurales (como los que atañen a la política ferroviaria, al sistema energético, a los regímenes de extracción de minerales, al sistema de formación de precios, al sistema financiero y al comercio internacional). Y, por supuesto, por el límite que implica el modo de producción imperante en el sistema-mundo capitalista.

(...) Entonces, para retornar a uno de los meollos del dilema de la sucesión, la finitud del período “constitucional” (límite que fuera franqueado en otras experiencias soberanas hermanas y similares -mas no equivalentes- como la boliviana, la ecuatoriana y la venezolana); ¿cómo pensarla por fuera de la mediación de los liderazgos que en buena parte la garantizaron merced a la fortuna de contar con una “pareja política” y el puente del “apellido”? “Pareja política” cuya fortuna, tal y como oportunamente lo señalara León Rozitchner, para nada empaña las múltiples potencialidades de su virtud. Y valga la coda, tampoco es un dato menor que el factor “apellido” haya reingresado como novedad en la escena política. Aunque el portador del “apellido” (“el hijo de la pareja política”), en el inicio de su primera alocución pública, instó a no creer en el “milagro de los apellidos” (en la fortuna) y apostar en cambio a la virtud, depositando la sucesión en el trabajo por “el proyecto”.

 En un sentido similar, apostamos por pensar la soberanía-sucesión como praxis, como una tarea co- lectiva, como extensión de su potencia. (...)

* Fragmentos de "Figuras de la sucesión y de la soberanía" el editorial del número 4-5 de El Ojo Mocho (nueva época), Primavera-Verano 2014-2015, firmado por el grupo editor de la revista: Alejandro Boverio, Darío Capelli y Matías Rodeiro. Este número de la revista acaba de salir y hoy a medianoche en La otra.-radio (FM La Tribu, 88,7, www.fmlatribu.com) nos visitarán Boverio, Capelli y Rodeiro.

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