lunes, 25 de agosto de 2014

Los críticos de cine y el negacionismo sofisticado

Porta Fouz, Quintín y Pando
Comentario a una nota de Prividera en Patologías Culturales, para escuchar clickeando acá



por Oscar Cuervo

Una de las novedades más interesantes de esta etapa de la historia argentina es la emergencia de una derecha moderna -para citar la expresión que usó hace poco Pino Solanas- que se cocinó silenciosamente durante los años neoliberales pero solo pudo mostrar su cara cuando la política volvió a ser percibida como una posibilidad práctica de la vida cotidiana. Posibilidad amargamente recusada por los que se quejan de "la grieta", que en los años anteriores vivieron apoltronados sobre un almohadón que la tapaba, cuando la política se replegó. Ahora esta derecha, bastante disgustada por tener que mostrarse como tal, espera que la política vuelva a retraerse, para que podamos habitar otra vez en la burbuja de la autonomía estética.

La derecha moderna estuvo cerca nuestro durante todos estos años. Y no nos importunaba tanto compartir espacios con ella. Antes de que la grieta se manifestara discutíamos acaloradamente, sí, pero sobre Baz Luhrmann o Lisandro Alonso. Cosa que no dejaríamos de hacer hasta hoy. Pero cuando la grieta estaba disimulada, nuestras diferencias parecían solo estéticas.

El otro día leí una nota de Nicolás Prividera que decía algunas cosas que ya conocemos, pero hubo una palabra que me llamó la atención: la palabra "negacionista" en medio de un párrafo donde polemizaba con el crítico de cine Javier Porta Fouz. Decía Prividera:

Unos días más tarde leo con estupor la reacción de algunos notorios críticos de cine al enterarse de la aparición del nieto de Estela de Carlotto. Reacción que puede resumirse en este tweet del mismo Porta Fouz: “¿Vieron cuando usan mucho el ‘todos’? Bueno, no me incluyan”. El contextual epigrama tiene la virtud de resumir también un doble rechazo, como si la comunicación gubernamental “para todos” se homologara a ese mainstream del que hay que despegarse para ser, precisamente, crítico. Lo que por definición es, desde ya, atendible. El problema no es expresar públicamente desagrado ante un hecho como este (cada quien sabrá por qué lo siente y por qué necesita vomitarlo), sino asumir una noticia de evidente contenido reparador –transmitida por todos los medios con igual ímpetu– desde la militancia antigubernamental (escudarse en que algunos organismos de DD.HH. han confundido su espacio con el del Estado es finalmente caer en lo que se dice criticar). Pensar que se trata de una “operación” preparada (durante años, incluyendo el “adoctrinamiento” del joven, según desliza otro crítico luego involuntariamente satirizado por la revista Barcelona) no es menos miserable que el seguir justificando la matanza o haber dicho “algo habrán hecho” mientras tenía lugar: de hecho esa misma reacción ilustra cómo fue posible todo eso. Y todo este incandescente despliegue “crítico” se ampara, en el mejor de los casos, en que “el derecho a conocer la identidad no da derecho a convertirla en propaganda” (la cita es de Quintín, y no es de las peores), cuando esa misma mención se convierte inevitablemente en parte de una “propaganda” negacionista

El uso de la palabra "negacionista" me iluminó como un rayo. He leído sobre el negacionismo del Holocausto y también sobre el negacionismo de la desaparición forzada de personas durante la dictadura argentina. En los 80, los partidarios de la dictadura crearon un grupo llamado FAMUS, "familiares de víctimas de la subversión" se decían. Se trataba de un ardid propagandístico de los represores que querían contrarrestar el efecto universal del reclamo de Madres y Abuelas de la Plaza. Decían básicamente que la mayoría de los desaparecidos eran terroristas y que muchos de ellos estaban viviendo en Europa. Durante el alfonsinismo estos grupos eran una minoría extravagante, temida y despreciada. Lo que me impresionó de la nota de Prividera es la pertinencia de la palabra "negacionistas" para referirse a este grupo de periodistas, Porta Fouz, Quintín y algunos otros, que encarnan hoy un negacionismo sofisticado (y acá la palabra sofisticado deisgna también una cualidad muy precisa). Porta Fouz, Quintín, Noriega, Guillermo Raffo y algunos otros, cuando hace poco apareció el nieto de Estela de Carlotto, tuitearon consternados. Acá hemos citado los tuits de Quintín, que es el más desinhibido de los negacionistas. Fue precisamente en su blog, La lectora provisoria, donde hace unos años, sería 2007, se retomó el tópico de FAMUS: "los desaparecidos eran muchos menos de 30.000" que ahora fue tomado como bandera por la arrepentida Fernández Meijide. En 2007 parecía que Quintín, Porta Fouz, Meijide y Cecilia Pando pertenecían a universos distantes. Hoy sabemos que la diferencia es solo de modales: la Pando es francamente brutal, reivindica incluso la apropiación de chicos durante la represión militar; Quintín es brutal pero todavía no llega a tanto; él también cultiva amistades que no se parecen a la Pando: de hecho tenemos algunos amigos en común, críticos de cine y cineastas. Porta Fouz es el de los modales más suaves. Los tres deploran esta época: "nuestro peor momento llegó con los Kirchner".



Hasta leer lo de Prividera no se me había ocurrido caracterizar a Porta Fouz y Quintín como negacionistas, a pesar de que sus actitudes al respecto eran muy ostensibles. La nota de Prividera es interesante, porque empieza discutiendo con Porta Fouz cuestiones sobre la producción cinematográfica subsidiada por el INCAA. Porta Fouz escribió sendas notas en La Nación y el el Hipercrítico (el blog de Luis Majul) en las que deplora que en Argentina se filmen tantas películas:

"no deja de preocuparme una política cinematográfica desproporcionada, inflacionaria, poco racional, que subsidia cada vez más (el valor de la entrada de los espacios INCAA es irrisorio), con cada vez más empleados en el edificio de la calle Lima". 

A Porta Fouz le preocupan varias cosas: "una política cinematográfica inflacionaria", el valor "irrisorio" de las entradas de los Espacios INCAA y la cantidad de empleados del INCAA. En los tres casos espera un ajuste que ponga las cosas en su lugar. Suponemos que eso quiere decir que se filme menos, que se aumente el precio de la entrada de los Espacios INCAA y que se echen empleados del Instituto. Prividera observa con sagacidad que el propio Porta Fouz es desde hace años empleado designado a dedo por la administración porteña, que lo pone como programador del BAFICI, un festival financiado con fondos públicos. En el macrismo el tema de las entradas irrisorias se está encarando con energía: la entrada del BAFICI aumenta año a año a una velocidad que supera con creces la inflación (el precio en dólares de la entrada del BAFICI creció un 74 % desde 2008; la Lepoldo Lugones, una sala donde durante 45 años se pudo ver el mejor cine del mundo a precios muy accesibles, ya lleva 9 meses cerrada por decisión de los jefes de Porta Fouz). Otra cosa que a Porta Fouz le molesta es que el INCAA haya apoyado a

decenas y decenas de documentales (y algunas ficciones) sobre los temas favoritos del gobierno: dos o tres nudos histórico-políticos (el peronismo y sus diversas décadas y encarnaciones; la última dictadura).

Parece que estos no son los temas favoritos de Porta Fouz, excepto cuando el macrismo financia El diálogo, un video propagandístico del negacionismo porteño protagonizado por Héctor Leis y Graciela Fernández Meijide, programado en el BAFICI por él mismo. En la premiere de El diálogo en el BAFICI confraternizan Quintín, Porta Fouz, Meijide y Pando.

Porta Fouz se consterna con la aparición del nieto de Estela, deplora que el INCAA subsidie tantas películas, se queja por el precio irrisorio de las entradas de los Espacios INCAA y está harto de las películas  no negacionistas sobre dictadura y derechos humanos. 

Si algo tiene cara de perro, mueve la cola como un perro y ladra, entonces es un perro.

Clickeando acá puede escucharse la nota que hicimos el sábado pasado en Patologías Cultutales con Maxi Diomedi sobre los dichos de Prividera y Porta Fouz.

8 comentarios:

Raúl C. dijo...

Exacto.
'Negacionismo' sigue siendo la palabra, aunque hayan superado la etapa elemental de la negación propiamente dicha (que a su vez superó -para algunos- la etapa del aplauso o la conformidad con la dictadura).
La operación es más sofisticada. Culpando a los que intentan *reparar*, se busca *disculpar* a los que perpetraron el daño. Ni más ni menos.

Comandante Cansado dijo...

Muy bueno (excelente el remate).

fernando trucco dijo...

gracias oscar por tu programa de los domingos en la radio, por tu blog por tu belleza. siempre resistiendo.

Juan Salinas dijo...

No sigo con la misma atención que Oscar este tema, pero los tuiters de Quintín me dejaron estupefacto. Tan culto... y es un energúmeno.

Anónimo dijo...

Sabe qué pasa Pájaro? "Cultura" se dice de muchas maneras... por un lado formación y cultura no son lo mismo y por otro lado cultura democrática no es lo mismo que cultura elitista, así como tampoco cultura popular.
Para algunos, es evidente en este excelente post, cultura tiene un único y unívoco significado: algo que diferencia a los pocos de los muchos, y así quieren que se mantenga. Y creo que tienen razón, para ellos es así, caso contrario nada los diferenciaría a ellos de nosotros los negros (y digo esto más allá de mi ascendencia eslava).

Oscar: me sumo al agradecimiento por el programa y por el blog.
Saludos
Ladislao

Ricardo P. Natalucci dijo...


EL USO DE LA EXPRESIÓN NEGACIONISMO POR PARTE DE NEGACIONISTAS

Hay quienes utilizan la expresión “negacionismo” como herramienta para imposibilitar (o intentar imposibilitar) el revisionismo y la profundización de la historia como ciencia.

El caso más emblemático a nivel mundial es el de la utilización de esa expresión (y de ese ardid) para imposibilitar o intentar imposibilitar revisar documentadamente y por medio de la lógica lo que la tradición judía ha llamado por milenios “shoah” y que en el siglo veinte utilizaron el sionismo y el judaismo internacional para monopolizar para sí la tragedia de la segunda guerra mundial.

En Argentina desde las dos últimas décadas del siglo veinte y muy especialmente ya en el siglo veintiuno durante el gobierno de los Kirchner, se utilizó la expresión “negacionismo” para referirse despectivamente a quienes intentaran argumentar que durante la feroz dictadura militar de 1976 a 1983 hubo aberraciones abominables, pero no hubo propiamente un genocidio, ni hubo un robo planificado de bebés.

Paradógicamente, y al mismo tiempo que utilizaba ese ardid, durante el segundo mandato presidencial de Cristina Fernández de Kirchner el propio gobierno negaba cosas tan evidentes y dispares como la importancia que tuvo el periodista Jorge Lanata en la creación del periódico Página/12, los antecedentes netamente terroristas (inclusive a favor del terorismo de Estado) del escritor Rodolfo Walsh, y en otro orden de cosas la inflación, y el mal manejo del tema de la deuda pública.

(c) 2014 Ricardo Patricio Natalucci
DNI 8464942
Escritor, ex titular del sitio periodístico especializado (en el INDEC) indec.com.ar, censurado, clausurado, y apropiado anticonstitucionalmente para sí por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner

Anónimo dijo...

lo que me sorprende de este tipo natalucci es
1) pulula por toda la red y publica comentarios tan boludos como extensos
2) cierto tono "patrimonial" respecto al INDEC, casi norieguiesco. Asi son los ñoquis. (Pero eso si, con DNI y todo)

Oscar Cuervo dijo...

Sí, el señor con DNI 8464942
escritor, ex titular del sitio periodístico especializado (en el INDEC) indec.com.ar, censurado, clausurado, y apropiado anticonstitucionalmente para sí por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es tan boludo que representa muy bien al boludismo opositor.