todos estamos igual

domingo, 11 de abril de 2010

Bafici político


por oac

El Bafici es un acontecimiento político. Esta tesis no revela una gran perspicacia de mi parte porque, después de todo ¿qué cosa humana no es un acontecimiento político? Pero, claro, a mi proposición se le pueden otorgar diversas acepciones.

Mi sábado comenzó en la medianoche del viernes, escuchando al cineasta Alain Guiraudi, contagiándonos a todos el entusiasmo con que habla de Ce vieux rêve qui bouge, momento que es indudablemente uno de los highlights de este festival: digo: tanto la proyección de su mediometraje (que ya se había visto en un Bafici anterior, aunque yo lo vi ayer por primera vez) como la onda que le pone su director en la charla posterior a la proyección son acontecimientos políticos.

La película se hizo célebre cuando Jean Luc Godard declaró que era la mejor que se había dado en la edición 2001 de Cannes; y donde el maestro Godard pone el ojo, pone la bala. Guiraudi es un cineasta de procedencia obrera y también es homosexual. Esas dos condiciones son puestas en obra en su cine y especialmente en esta película, que expone la manera en que el deseo aparece entre hombres de condición obrera, en el marco del desmantelamiento de una fábrica de los años 90. Guiraudi dice que su cine es la continuación de la militancia por otros medios. Lo que se propone es matar varios pájaros de un solo tiro: refutar la tesis de que la vida obrera ha desaparecido en el neocapitalismo (Guiraudi sostiene que sigue, aunque transformada); refutar el prejuicio común entre los obreros de que la homosexualidad es un asunto burgués (Guiraudi sostiene que el deseo homoerótico aparece entre obreros con modalidades diferentes). Lo que hizo en esta película es hacer visibles estas figuras invisibilizadas, lo hace con rigor y gracia, cultivando un realismo que no necesita de artificios estéticos para cautivar.

Pero además del film, es el entusiasmo de Guiraudi al hablar de él esta medianoche el que repolitiza el acontecimiento. Uno puede imaginar que en las salas contiguas hay otras personas hablando con entusiasmo de otras películas. Este entusiasmo es un signo que reaparece continuamente en el Bafici: nos recuerda que el cine puede ser un ágora contemporánea, el ámbito donde encontrarnos a intercambiar miradas, dicho esto en todos los sentidos posibles. Esta dimensión del acontecimiento es algo que se pierden quienes desdeñan este festival porque lo imaginan un encuentro endogámico poblado de chicos cool con anteojitos chic (que también los hay). Desprejuiciados son los que vendrán.

3 comentarios:

julieta eme dijo...

me encantó, oscar. yo iré el martes y luego el viernes, sólo para cruzarme algunas miradas, por un ratito. besos.

Liliana dijo...

Aunque escucho sus comentarios con atención, E. Aliverti, en su programa, no escapa al prejuicio contra el Bafici que vos señalás...Es una pena ignorar que, en el arte, lo político va por andariveles un poco más sutiles. Y que generalizar, en esos términos, es peligroso...

Persio dijo...

A mí me sorprendió el entusiasmo de Ernesto Baca al presentar ayer Vrindavana, ¡hasta cantó un mantra antes de que empiece la película! (y alguien del público le contestó, y Baca le respondió la inesperada respuesta con alegría)

Y recuerdo también la timidísima emoción (o la emocionada timidez) de Lee Kang Sheng cuando fue a presentar Help me, Eros hace un par de años.