sábado, 17 de abril de 2010

Bafici hambre y ganas de comer



por Lilián Cámera

The Sound of Insects: Record of a Mummy, de Peter Liechti

¿Qué puede llevar a un hombre a elegir, como forma de suicidio, no alimentarse? Me tocó ver esta película un rato después de Reading Book of Blockade de Sokurov. Extraña analogía, por cuanto las dos hablan de personas que deambulan como fantasmas y mueren por inanición. Pero mientras en una escuchamos el relato de las víctimas que soportaron el bloqueo alemán a Stalingrado y sus terribles consecuencias, en The Sound of Insects un hombre decide que esa es su manera de decir adiós. Ambas generan inquietud, angustia, se aproximan al borde de lo insoportable. Ambas en definitiva abordan una cuestión ética. Y tienen más preguntas que respuestas.

Adaptación de un texto del japonés Masahiko Shimada, Me convertiré en momia, basado a su vez en un hecho real, este film cuenta cómo bajo una carpa de nylon en lo profundo de un bosque, un anónimo hombre de 40 años decide esperar la muerte tomando sólo agua y así se mantiene durante 62 días. Nunca se supo su identidad ni su cuerpo fue reclamado.

El deterioro físico que sigue es el mismo que se describe en el libro del bloqueo para aquellos que subsistían una semana con pedazos de pan. Narrado a modo de diario, el hombre nos detalla, minuciosamente, los cambios que se van produciendo a medida que el cuerpo se va “apagando”, con la misma lentitud con que Peter Liechti nos sumerge en el paisaje. El director elige mostrarnos esta mutación a través del bosque, nunca vemos al protagonista, estamos con él dentro de la carpa.

El transcurrir del tiempo, se explicita a través de las gotas de lluvia que caen sobre el plástico, de las ramas que se van acumulando y, sobre todo, por el sonido de los insectos. Sabremos sí, cómo duele el hambre, dolores terribles que el hombre combate con una pequeña radio donde escucha a Bach y escribiendo. Mientras, la mente permanece lúcida y jamás se nos explica las razones de la decisión ni cuál era su profesión o su entorno. Hay tiempo para una sutil ironía y nada de autocompasión, planteos morales, ni menciones al pasado. El proceso es radical porque muestra cómo un hombre, invisible para los demás, adquiere con la muerte una tangibilidad, que de otra forma no habría alcanzado.

Mención aparte para las bellísimas imágenes que se cuelan en el relato, a modo de trazos, alucinaciones, huellas de algo perdido y que el bosque expulsa: un mundo en el que este hombre solitario prefiere no estar.

1 comentario:

ema déborah finzi dijo...

El acta de defunción del cine está muy lejos de firmarse. Nos van a tragar los volcanes, me parece, antes de que se firme. Bello texto el tuyo. Un beso, Lilián.
ema